Memòria obligatòria
Timoteu i Titus són destacats col·laboradors de l’Apòstol Sant Pau. Timoteu fou deixeble preferit de Pau, el qual li encomanà la jove comunitat d’Efes. En dues cartes li fa conèixer els trets fonamentals del servei pastoral. A Titus, Pau li encomanà la pacificació de la comunitat de Corint i la responsabilitat de la de Creta. ‘Titus, et vaig deixar a Creta perquè acabessis d’organitzar el que faltava i designessis els qui han de presidir la comunitat en cada ciutat, segons les instruccions que et vaig donar’ (Tt 1,5).
Oració col·lecta
Oh Déu, Vós heu honorat Sant Timoteu i Sant Titus amb les virtuts dels Apòstols; concediu-nos per la seva intercessió que visquem en aquest món una vida de justícia i de pietat fins a arribar a la pàtria del cel.
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La lectura de esta obra nos convence de que la misericordia de Dios es como un mar sin final. Esta cualidad divina, no es algo que Dios ejerza en alguna ocasión sino que es permanente, y esa misericordia es la que nos cura. Todos arrastramos pesares; la vida nos ha malherido, andamos enfermos y preocupados por nuestra sanación, vamos detrás de unos y otros; y, a pesar de todo, vamos acompañados de la tristeza. Somos, quien más quien menos, verdaderos hijos pródigos, perdidos, sin rumbo. Saberr y estar totalmente convencidos de que tenemos un Padre que nos aguarda con los brazos abiertos y lleno su corazón de infinita misericordia, es abrirnos a un horizonte venturoso. A nosotros solo nos queda decidir volver a nuestro Padre, como lo hizo el hijo pródigo, para que su misericordia nos cure y nos de la libertad.
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La lectura de esta obra nos convence de que la misericordia de Dios es como un mar sin final. Esta cualidad divina, no es algo que Dios ejerza en alguna ocasión sino que es permanente, y esa misericordia es la que nos cura. Todos arrastramos pesares; la vida nos ha malherido, andamos enfermos y preocupados por nuestra sanación, vamos detrás de unos y otros; y, a pesar de todo, vamos acompañados de la tristeza. Somos, quien más quien menos, verdaderos hijos pródigos, perdidos, sin rumbo. Saberr y estar totalmente convencidos de que tenemos un Padre que nos aguarda con los brazos abiertos y lleno su corazón de infinita misericordia, es abrirnos a un horizonte venturoso. A nosotros solo nos queda decidir volver a nuestro Padre, como lo hizo el hijo pródigo, para que su misericordia nos cure y nos de la libertad.