Canonge agustinià de Sant Adrià del Besós, abat de Sant Ruf d’Avinyó, bisbe de Barcelona, arquebisbe de Tarragona i conseller dels comtes de Barcelona (†1137).
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Una Toscana secreta y embrujada, una estación de la Riviera, una Lisboa baudelairliana, un rally de coches de época, un perseguidor implacable de aire distinguido en un tren de Bombay a Madrás. Los cuentos de Tabucchi parecen, en una primera lectura, aventuras existenciales, retratos de viajeros irónicos y desesperados. Pero la aparente sintonía entre lo real y lo narrado se transforma de golpe en turbación y desconcierto. A modo de oblicuos «cuentos filosóficos», las historias de Tabucchi se convierten en una reflexión en torno al azar y al riesgo de escoger, una tentativa de observar los intersticios que atraviesan el tejido de la existencia. En las páginas de Tabucchi planea una inquietud metafísica que evoca Piero della Francesca, Giorgio De Chirico y Pirandello. Pero este escritor, que ama los personajes excéntricos y las vidas fracasadas, carga sus enigmas con una luz extraña: sus jeroglíficos «policíacos» son las pesquisas de un investigador que no busca respuestas, sino un mensaje, una señal, una aparición.
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Una Toscana secreta y embrujada, una estación de la Riviera, una Lisboa baudelairliana, un rally de coches de época, un perseguidor implacable de aire distinguido en un tren de Bombay a Madrás. Los cuentos de Tabucchi parecen, en una primera lectura, aventuras existenciales, retratos de viajeros irónicos y desesperados. Pero la aparente sintonía entre lo real y lo narrado se transforma de golpe en turbación y desconcierto. A modo de oblicuos «cuentos filosóficos», las historias de Tabucchi se convierten en una reflexión en torno al azar y al riesgo de escoger, una tentativa de observar los intersticios que atraviesan el tejido de la existencia. En las páginas de Tabucchi planea una inquietud metafísica que evoca Piero della Francesca, Giorgio De Chirico y Pirandello. Pero este escritor, que ama los personajes excéntricos y las vidas fracasadas, carga sus enigmas con una luz extraña: sus jeroglíficos «policíacos» son las pesquisas de un investigador que no busca respuestas, sino un mensaje, una señal, una aparición.