Festa
El bisbe Fructuós de Tarragona i els seus diaques Auguri i Eulogi moriren cremats a l’amfiteatre de la seva ciutat, ben conscients que ‘tenien a la seva memòria l’Església Catòlica, estesa de l’orient a l’occident’, paraules que han entrat dins la Pregària Eucarística de la missa. Totes les diòcesis del Principat de Catalunya en celebrem la festa.
Oració col·lecta
Senyor, Vós que concedíreu al bisbe Sant Fructuós de donar la vida per l’Església, estesa des d’orient fins a occident, i volguéreu que els seus diaques Sant Auguri i Sant Eulogi l’acompanyessin, plens d’alegria, en el martiri; feu que la vostra Església visqui sempre alegre en l’esperança i es doni sense defallir per al bé de tots els pobles.
Pots consultar les lectures d'avui a lectures.missa.app.
Los habitantes de Sigue la mala vida son policías, atracadores, jueces, delincuentes y toxicómanos, nombres que nada dicen si no es por lo que han hecho.
Y la realidad es la que es: un atracador que llora ante las ventanillas blindadas de un banco, otro que encuentra en la cárcel la justicia que la ley no le ha dado, el policía que pasea toda una tarde a un demente buscando sin suerte un sencillo análisis de sangre, o el extraño baile de los clientes de una sucursal bancaria en pleno asalto.
Son once historias reales (y dos cuentos) que van más allá de la constancia notarial. Pese a la evidencia de los hechos siempre está la condición humana, a la que Carlos Quílez mira con dureza, humor y hasta con ternura, pero sin edulcorarla, en un ejercicio magistral de escritura periodística que no busca juzgar, sino comprender y acompañar.
-Pot rebre-ho demà*
*Si està disponible.
*Comandes peninsulars abans de 17:00h.
Enviament gratuït*
*Comandes +50€ (Només Península i Illes Balears)
Durant l'estat d'alarma no es realitzen enviaments a Amèrica del Sud ni Amèrica Central.
-O pot recollir-lo a la botiga.
Los habitantes de Sigue la mala vida son policías, atracadores, jueces, delincuentes y toxicómanos, nombres que nada dicen si no es por lo que han hecho.
Y la realidad es la que es: un atracador que llora ante las ventanillas blindadas de un banco, otro que encuentra en la cárcel la justicia que la ley no le ha dado, el policía que pasea toda una tarde a un demente buscando sin suerte un sencillo análisis de sangre, o el extraño baile de los clientes de una sucursal bancaria en pleno asalto.
Son once historias reales (y dos cuentos) que van más allá de la constancia notarial. Pese a la evidencia de los hechos siempre está la condición humana, a la que Carlos Quílez mira con dureza, humor y hasta con ternura, pero sin edulcorarla, en un ejercicio magistral de escritura periodística que no busca juzgar, sino comprender y acompañar.