Fiesta
Camino de Damasco, el fariseo Saulo de Tarso descubre que Jesús Resucitado se identifica con los cristianos que él persigue. Toda su vida le queda marcada: ‘Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo que vive en mí’ (Gál 2,20a). ‘Para mí la vida es Cristo y el morir una ganancia’ (Flp 1,21). ‘Porque nos apremia el amor de Cristo’ (2Cor 5,14a). ‘Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo’ (1Cor 11,1). Con mucho acierto, en 1908 se inició la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, celebrada desde entonces todos los años del 18 al 25 de enero.
Oración colecta
Señor, Dios nuestro, Tú que has instruido a todos los pueblos con la predicación del Apóstol San Pablo, concede a cuantos celebramos su Conversión caminar hacia Ti, siguiendo su ejemplo, y ser ante el mundo testigos de tu verdad.
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De Karl Barth puede decirse que fue el Santo Tomás de la teología protestante, pues logró elaborar una amplia sistematización -una especie de Suma Teológica- del pensamiento de la Reforma en su globalidad. Buen conocedor de la teología luterana y calvinista, supo realizar una gran síntesis, no exenta de un talante crítico, con interesantes aportaciones nuevas que hacen que su teología sobrepase a veces las fronteras confesionales del protestantismo. Este comentario a la Carta a los Romanos constituye el punto radical de ruptura entre la teología del siglo XIX y la del XX. En contraposición a su postura inicial, tendente a la identificación entre socialismo y reino de Dios, Barth descubre ahora que la Biblia, más que de nuestra relación con la divinidad (propio de la religión o la ética) habla de la relación de Dios con nosotros: del reino de Dios, que no es reductible a un movimiento político o económico, ni siquiera a la religión (o religiosidad) como hecho humano. Su lema será el de una absoluta disociación entre la inmanencia y la trascendencia: «el mundo es mundo, y Dios es Dios». Tesis que se materializará en esta obra.
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De Karl Barth puede decirse que fue el Santo Tomás de la teología protestante, pues logró elaborar una amplia sistematización -una especie de Suma Teológica- del pensamiento de la Reforma en su globalidad. Buen conocedor de la teología luterana y calvinista, supo realizar una gran síntesis, no exenta de un talante crítico, con interesantes aportaciones nuevas que hacen que su teología sobrepase a veces las fronteras confesionales del protestantismo. Este comentario a la Carta a los Romanos constituye el punto radical de ruptura entre la teología del siglo XIX y la del XX. En contraposición a su postura inicial, tendente a la identificación entre socialismo y reino de Dios, Barth descubre ahora que la Biblia, más que de nuestra relación con la divinidad (propio de la religión o la ética) habla de la relación de Dios con nosotros: del reino de Dios, que no es reductible a un movimiento político o económico, ni siquiera a la religión (o religiosidad) como hecho humano. Su lema será el de una absoluta disociación entre la inmanencia y la trascendencia: «el mundo es mundo, y Dios es Dios». Tesis que se materializará en esta obra.