Memoria obligatoria
Timoteo y Tito son destacados colaboradores del Apóstol San Pablo. Timoteo fue discípulo preferido de Pablo, que le encomendó la joven comunidad de Éfeso. En dos cartas, le da a conocer los rasgos fundamentales del servicio pastoral. A Tito, Pablo le encomienda la pacificación de la comunidad de Corinto y la responsabilidad de la de Creta: ‘Tito, mi intención al dejarte en Creta era que acabaras de organizar lo que aún faltaba por hacer y constituyeses presbíteros en cada ciudad, siguiendo las instrucciones que te di’ (Tit 1,5).
Oración colecta
Oh Dios, que hiciste brillar con virtudes apostólicas a los Santos Timoteo y Tito, concédenos por su intercesión que después de vivir en este mundo en justicia y santidad, merezcamos llegar al reino de los cielos.
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Que Juan Pablo II sea un papa profundamente discutido no es ninguna novedad histórica: Karol Wojtyla ha despertado desde los rechazos más viscerales hasta la devoción de gentes sencillas y los gritos supersticiosos del "totus totus".
Pero, junto a esos gritos entusiastas, gran parte de las voces que en estos años han sido productoras de cultura han escrito sobre él en términos llamativamente duros. Que sus palabras fueran a veces demasiado crueles, no hace ahora al caso: es señal de la visceralidad que ha suscitado Wojtyla, tanto a favor como en contra.
Y es que Juan Pablo II sólo resulta relativamente comprensible si se le situa en su contexto, que no es el nuestro. Y ese contexto -además de los factores personales relacionados con su caracter y su mentalidad "resistente"; con su vivencia histórica del nazismo, del comunismo y de una iglesia polaca perseguida; y con su forma tan personal de concebir el papado- es, simplemente, el contexto de una Polonia demasiado lejana de nosotros. A caballo entre Oriente y Occidente, con una historia hecha de tenacidad y sufrimiento que a veces, se ha representado pintando la cruz en la bandera polaca.
Estos y otros factores no deberían ser olvidados a la hora de efectuar un acercamiento a Karol Wojtyla que intente, sobre todo, comprender. Una persona no es sólo sus genes, sino también su ambiente, su educación, los ejemplos recibidos y la libertad que trabaja en esos factores. Pero lo que en estas páginas se denomina "matriz wojtyliana" puede aportar algunas luces para la comprensión fraterna de Juan Pablo II.
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Que Juan Pablo II sea un papa profundamente discutido no es ninguna novedad histórica: Karol Wojtyla ha despertado desde los rechazos más viscerales hasta la devoción de gentes sencillas y los gritos supersticiosos del "totus totus".
Pero, junto a esos gritos entusiastas, gran parte de las voces que en estos años han sido productoras de cultura han escrito sobre él en términos llamativamente duros. Que sus palabras fueran a veces demasiado crueles, no hace ahora al caso: es señal de la visceralidad que ha suscitado Wojtyla, tanto a favor como en contra.
Y es que Juan Pablo II sólo resulta relativamente comprensible si se le situa en su contexto, que no es el nuestro. Y ese contexto -además de los factores personales relacionados con su caracter y su mentalidad "resistente"; con su vivencia histórica del nazismo, del comunismo y de una iglesia polaca perseguida; y con su forma tan personal de concebir el papado- es, simplemente, el contexto de una Polonia demasiado lejana de nosotros. A caballo entre Oriente y Occidente, con una historia hecha de tenacidad y sufrimiento que a veces, se ha representado pintando la cruz en la bandera polaca.
Estos y otros factores no deberían ser olvidados a la hora de efectuar un acercamiento a Karol Wojtyla que intente, sobre todo, comprender. Una persona no es sólo sus genes, sino también su ambiente, su educación, los ejemplos recibidos y la libertad que trabaja en esos factores. Pero lo que en estas páginas se denomina "matriz wojtyliana" puede aportar algunas luces para la comprensión fraterna de Juan Pablo II.