Monje de Molesmes, salió para fundar el Císter, buscando pobreza, simplidad, trabajo y soledad (†1111).
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He aquí un libro terrible y, que yo sepa, sin precedentes. Un libro no «sobre» la muerte, sino escrito a su sombra, a su lado, en estrechísimo contacto con ella.
He aquí el libro más conmovedor que pueda hoy leerse sobre nuestro común destino: el de «seres mortales».
El autor es sacerdote. O mejor diríamos, «barquero» del más allá. Es quien en un gran hospital de París ayuda a los moribundos a «pasar» a la otra orilla, recoge su último aliento o su última palabra, les prodiga los últimos consuelos, los acompaña en su postrer viaje.
¿Su oficio? Batelero de los muertos. Humilde y sublime Caronte. Personaje magnífico y modesto que vela por el secreto de los hombres, lo protege o contribuye a formularlo, llevándolos así, nos dice, a las puertas de su «epifanía íntima».
Yo no comparto la fe de ese hombre. Pero ¡qué importa! Con el hombre que ha escrito este libro, con ese barquero de la moderna «casa de los muertos», no podemos menos de simpatizar, de sentirnos inmensamente solidarios.
Bernard-Henry Lévy
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He aquí un libro terrible y, que yo sepa, sin precedentes. Un libro no «sobre» la muerte, sino escrito a su sombra, a su lado, en estrechísimo contacto con ella.
He aquí el libro más conmovedor que pueda hoy leerse sobre nuestro común destino: el de «seres mortales».
El autor es sacerdote. O mejor diríamos, «barquero» del más allá. Es quien en un gran hospital de París ayuda a los moribundos a «pasar» a la otra orilla, recoge su último aliento o su última palabra, les prodiga los últimos consuelos, los acompaña en su postrer viaje.
¿Su oficio? Batelero de los muertos. Humilde y sublime Caronte. Personaje magnífico y modesto que vela por el secreto de los hombres, lo protege o contribuye a formularlo, llevándolos así, nos dice, a las puertas de su «epifanía íntima».
Yo no comparto la fe de ese hombre. Pero ¡qué importa! Con el hombre que ha escrito este libro, con ese barquero de la moderna «casa de los muertos», no podemos menos de simpatizar, de sentirnos inmensamente solidarios.
Bernard-Henry Lévy