Memoria obligatoria
Según la ‘Vida’ escrita por San Atanasio, de joven, muertos sus padres, se tomó tan en serio aquellas palabras de Jesús: ‘Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo- y luego ven y sígueme’ (Mt 19,21b) que se retiró, solo, al desierto de Egipto durante más de veinte años (siglo III). Pero no se desentendió de los problemas del mundo: mantuvo contactos con la Iglesia de Alejandría, su ciudad natal, y animó a cuantos le pedían consejo; muchos le llamaban ‘Padre’ (‘Abad’), y llenaron el desierto de monasterios.
Oración colecta
Señor y Dios nuestro, que llamaste al desierto a San Antonio, abad, para que te sirviera con una vida santa; concédenos por su intercesión que sepamos negarnos a nosotros mismos para amarte a Ti siempre sobre todas las cosas.
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Con palabras muy cálidas y mordaces, este libro muestra el amor de María Magdalena por Jesucristo y de él por ella. María Magdalena encarna la sucesión de estadios del amor humano, lo cual es distinto de lo que representa María de Nazaret. La primera encarna el arquetipo de la amante (en su doble versión transgresora y sublime), mientras que la segunda ensalza el ideal de la virginidad y de la maternidad. María es el nombre de la Madre-Hermana-Esposa, porque, realmente, se trata de un ser único: la naturaleza humana hipostasiada en una persona. Por ello el autor de nuestro texto asocia hacia el final la figura de María Magdalena con la Iglesia, que es toda la humanidad llamada al encuentro con Dios, a la unión con Él.
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Con palabras muy cálidas y mordaces, este libro muestra el amor de María Magdalena por Jesucristo y de él por ella. María Magdalena encarna la sucesión de estadios del amor humano, lo cual es distinto de lo que representa María de Nazaret. La primera encarna el arquetipo de la amante (en su doble versión transgresora y sublime), mientras que la segunda ensalza el ideal de la virginidad y de la maternidad. María es el nombre de la Madre-Hermana-Esposa, porque, realmente, se trata de un ser único: la naturaleza humana hipostasiada en una persona. Por ello el autor de nuestro texto asocia hacia el final la figura de María Magdalena con la Iglesia, que es toda la humanidad llamada al encuentro con Dios, a la unión con Él.