Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto
Memoria libre
Ángela nació en 1474 en una familia de sencillos campesinos. Huérfana a los quince años, joven piadosa como terciaria franciscana, su experiencia personal le lleva a crear un grupo de religiosas (la Compañía de Santa Úrsula) dedicada a la formación de jóvenes –especialmente las huérfanas-, y les aconsejaba: ‘Porque hay madres según la naturaleza que, aunque tengan mil hijos, los llevan a todos clavados en el corazón y no les olvidarían ya que el verdadero amor trabaja en ellas’.
Oración colecta
Señor, que no deje de encomendarnos a tu misericordia la Santa virgen Ángela de Mérici, para que, siguiendo sus ejemplos de caridad y prudencia, sepamos guardar tu doctrina y llevarla a la práctica en la vida.
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Apunté en mi diario: ?No sé discernir bien si todo ha sido un sueño o una realidad indecible... He regresado a casa después de varios meses de ausencia en la extraña situación de estar en una cabaña, en un bosque frondoso, con un anciano, cuyo nombre ignoro y que no he necesitado sa-ber. Ignoraba que en una cabaña, como arr an-cada de un libro de cuentos, iba a comenzar para mí una insospechada aventura espiritual: la ad-quisición de un espacio nuevo para el alma y para el cuerpo; un lugar para aprender a dar solución a la fatiga de la mente, cansada de ser superficial. Fue una oportunidad para aproximarme a mi pro-fundidad desconocida, vivida sin palabras, y para aprender a dejar a Dios ser Dios en mí?. Comencé a entender la anécdota del discípulo que preguntó al maestro: ?¿Por qué es tan difícil el camino de la liberación??. El maestro respondió: ?Porque pasa por uno mismo?. Sorprendido, aprendí que ?el camino consiste en dejar su camino...?, dice san Juan de la Cruz. Y esa es la gracia de este misterio que, al pare-cer, pocos entienden... Todo ocurrió en una cabaña, en el silencio de un bosque profundo... silenciosamente sonoro, estruendosamente silencioso, a veces. Pero, ¿por qué no lo supe antes? ¿Por qué no lo aprendí en los bancos de la escuela...?
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Apunté en mi diario: ?No sé discernir bien si todo ha sido un sueño o una realidad indecible... He regresado a casa después de varios meses de ausencia en la extraña situación de estar en una cabaña, en un bosque frondoso, con un anciano, cuyo nombre ignoro y que no he necesitado sa-ber. Ignoraba que en una cabaña, como arr an-cada de un libro de cuentos, iba a comenzar para mí una insospechada aventura espiritual: la ad-quisición de un espacio nuevo para el alma y para el cuerpo; un lugar para aprender a dar solución a la fatiga de la mente, cansada de ser superficial. Fue una oportunidad para aproximarme a mi pro-fundidad desconocida, vivida sin palabras, y para aprender a dejar a Dios ser Dios en mí?. Comencé a entender la anécdota del discípulo que preguntó al maestro: ?¿Por qué es tan difícil el camino de la liberación??. El maestro respondió: ?Porque pasa por uno mismo?. Sorprendido, aprendí que ?el camino consiste en dejar su camino...?, dice san Juan de la Cruz. Y esa es la gracia de este misterio que, al pare-cer, pocos entienden... Todo ocurrió en una cabaña, en el silencio de un bosque profundo... silenciosamente sonoro, estruendosamente silencioso, a veces. Pero, ¿por qué no lo supe antes? ¿Por qué no lo aprendí en los bancos de la escuela...?