Niño mártir (s. III), juntamente con sus padres y hermano, es venerado en la capilla del Corpus Christi de Valencia. Patrón de la ciudad por haberla salvado de la peste (1637).
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En una sociedad pluricultural y plurirreligiosa como la nuestra, cada vez resulta más indispensable el conocimiento de las diversas religiones del mundo. Si nos ignoramos, todos salimos perdiendo. El autor aborda esta temática desde dos perspectivas complementarias: en la primera parte hace una presentación transversal de las grandes tradiciones religiosas a partir de su diversidad, mientras que en la segunda parte muestra el común itinerario espiritual y experiencial que proponen todas ellas: pasar de la conciencia individual, encerrada en si misma, a la comunión con el Todo. Estas páginas son, a la vez, una bella descripción y una necesaria reflexión sobre la multiplicidad y la unidad de la experiencia religiosa de la humanidad.
Hay un Todo que trasciende la existencia individual, sin que por ello la extinga. Y hay unos complejos simbólico-sociales (las religiones) que las diferentes culturas o comunidades humanas ofrecen para facilitar la vinculación con el Todo. La convicción que guía y sostiene estas páginas es que cada religión ofrece sus propios elementos para religar ese Todo, y que tan importante es respetar la especificidad del camino que cada tradición propone como percibir la coincidencia estructural de todos ellos. Porque no podemos olvidar que todas las sendas surgen de la misma vocación humana a vivir la Plenitud para la que hemos sido creados: uno es el corazón del ser humano, como Uno es también el origen y destino de esa Plenitud. Entre ambos se despliegan las infinitas formas de religación.
Y esto se hace desde una perspectiva fenomenológica, donde la configuración religiosa del cristianismo es abordada como una manifestación más. No se plantea, pues, una teología de las religiones a partir de los presupuestos de la dogmática cristiana, sino que se trata de situar la propia experiencia cristiana en el contexto de las demás manifestaciones religiosas, si bien es inevitable que la confesión de origen del autor tiña su comprensión y sus valoraciones, como no puede ser de otro modo.
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En una sociedad pluricultural y plurirreligiosa como la nuestra, cada vez resulta más indispensable el conocimiento de las diversas religiones del mundo. Si nos ignoramos, todos salimos perdiendo. El autor aborda esta temática desde dos perspectivas complementarias: en la primera parte hace una presentación transversal de las grandes tradiciones religiosas a partir de su diversidad, mientras que en la segunda parte muestra el común itinerario espiritual y experiencial que proponen todas ellas: pasar de la conciencia individual, encerrada en si misma, a la comunión con el Todo. Estas páginas son, a la vez, una bella descripción y una necesaria reflexión sobre la multiplicidad y la unidad de la experiencia religiosa de la humanidad.
Hay un Todo que trasciende la existencia individual, sin que por ello la extinga. Y hay unos complejos simbólico-sociales (las religiones) que las diferentes culturas o comunidades humanas ofrecen para facilitar la vinculación con el Todo. La convicción que guía y sostiene estas páginas es que cada religión ofrece sus propios elementos para religar ese Todo, y que tan importante es respetar la especificidad del camino que cada tradición propone como percibir la coincidencia estructural de todos ellos. Porque no podemos olvidar que todas las sendas surgen de la misma vocación humana a vivir la Plenitud para la que hemos sido creados: uno es el corazón del ser humano, como Uno es también el origen y destino de esa Plenitud. Entre ambos se despliegan las infinitas formas de religación.
Y esto se hace desde una perspectiva fenomenológica, donde la configuración religiosa del cristianismo es abordada como una manifestación más. No se plantea, pues, una teología de las religiones a partir de los presupuestos de la dogmática cristiana, sino que se trata de situar la propia experiencia cristiana en el contexto de las demás manifestaciones religiosas, si bien es inevitable que la confesión de origen del autor tiña su comprensión y sus valoraciones, como no puede ser de otro modo.