Patrona de los enfermos crónicos que quieren aprovechar su larga enfermedad para pagar sus pecados, convertir pecadores y conseguir un gran premio en el cielo. El decreto de Roma al declararla santa dice de ella que fue "un prodigio de sufrimiento humano y de paciencia heroica".
Es indudable que a la hora de expresarnos formalmente todos procuramos hacerlo bien, y que tenemos en la cabeza una serie de consignas sobre lo que esto significa. Lo que plantea este libro es hasta qué punto están bien encaminadas tales consignas.
No se trata del típico manual de estilo que dice si infanta se escribe con mayúscula o minúscula, si el gentilicio de París es parisino o parisién, o si guión va con tilde o sin tilde. Más bien se busca averiguar aquí si es cierto que los sinónimos son la panacea del buen estilo. O si, en busca de la intensidad, a veces no caemos en la más pura redundancia. O si el temor a las palabras «vulgares» no nos condena a veces a una cómica pretensión de estilo «elevado» y tantas otras cosas más. Luis Magrinyà propone una serie de observaciones útiles, divertidas y razonadas, basadas en multitud de ejemplos de textos de grandes (y pequeños) escritores, para invitar a pensar un poco en la lengua. Y, así como recomienda evitar usos cansinos, perezosos e irreflexivos, señala también el sinfín de tentaciones que acechan en el camino de la prosa «fina y bonita». Su propósito principal es tranquilizador: ofrecer indicios de que a menudo el estilo no tiene por qué estar donde nos han dicho, y animar a liberarnos de aquellos prejuicios, tantas veces inconscientes, que limitan nuestra disposición a la hora de expresarnos y escribir bien.
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Es indudable que a la hora de expresarnos formalmente todos procuramos hacerlo bien, y que tenemos en la cabeza una serie de consignas sobre lo que esto significa. Lo que plantea este libro es hasta qué punto están bien encaminadas tales consignas.
No se trata del típico manual de estilo que dice si infanta se escribe con mayúscula o minúscula, si el gentilicio de París es parisino o parisién, o si guión va con tilde o sin tilde. Más bien se busca averiguar aquí si es cierto que los sinónimos son la panacea del buen estilo. O si, en busca de la intensidad, a veces no caemos en la más pura redundancia. O si el temor a las palabras «vulgares» no nos condena a veces a una cómica pretensión de estilo «elevado» y tantas otras cosas más. Luis Magrinyà propone una serie de observaciones útiles, divertidas y razonadas, basadas en multitud de ejemplos de textos de grandes (y pequeños) escritores, para invitar a pensar un poco en la lengua. Y, así como recomienda evitar usos cansinos, perezosos e irreflexivos, señala también el sinfín de tentaciones que acechan en el camino de la prosa «fina y bonita». Su propósito principal es tranquilizador: ofrecer indicios de que a menudo el estilo no tiene por qué estar donde nos han dicho, y animar a liberarnos de aquellos prejuicios, tantas veces inconscientes, que limitan nuestra disposición a la hora de expresarnos y escribir bien.