Día contra la Discriminación
Perteneciente a la familia senatorial romana Anicia, este aristócrata era hijo de un sacerdote y estuvo casado, siendo padre de dos hijos, antes de ser elegido para suceder a Simplicio en la silla de San Pedro.
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El objetivo que propone este ensayo consiste en presentar la estructura interna de la obra de Kierkegaard y ofrecer claves de comprensión de su estrategia comunicativa. Se puede considerar, pues, este libro, como una introducción a la lectura de Kierkegaard, cuyo fin no consiste, ni mucho menos, en suplir la lectura del escritor danés, sino todo lo contrario, en propiciarla, sugerirla, o mejor dicho, en generar una cierta voluntad de lectura en el lector. Es muy probable que cuando el lector lea o relea, de nuevo, a Kierkegaard después del contacto con este ensayo, tenga la impresión que esta presentación es subjetiva y aproximada. Su obra puede comprenderse como un conjunto de voces que dan que pensar, que obligan al lector a ejercer la ardua tarea de pensarse a sí mismo.
Kierkegaard oculta su rostro tras una multitud de voces y, de este modo, prepara el itinerario de la introspección personal, cultiva el marco adecuado para desarrollar el autoconocimiento. Por ello, cuando uno se enfrenta a Kierkegaard, debe asumir, con seriedad, que algo grave puede ocurrir en su mismísima interioridad, que cabe la posibilidad de vivir un acontecimiento único, una fractura entre pasado y futuro. La lectura de Kierkegaard conmueve, socava las estructuras intelectuales del lector, tambalea sus fundamentos, como si de un movimiento sísmico se tratara, conmueve sus certidumbres respecto al contenido de la existencia. Cuando leemos a Kierkegaard, lo que damos por pensado se convierte en problema. Lo que no es objeto de interrogación, porque lo vivimos como pura evidencia, se transforma en la pregunta principal, o mejor dicho, en una pregunta que no deja de latir nunca jamás.
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El objetivo que propone este ensayo consiste en presentar la estructura interna de la obra de Kierkegaard y ofrecer claves de comprensión de su estrategia comunicativa. Se puede considerar, pues, este libro, como una introducción a la lectura de Kierkegaard, cuyo fin no consiste, ni mucho menos, en suplir la lectura del escritor danés, sino todo lo contrario, en propiciarla, sugerirla, o mejor dicho, en generar una cierta voluntad de lectura en el lector. Es muy probable que cuando el lector lea o relea, de nuevo, a Kierkegaard después del contacto con este ensayo, tenga la impresión que esta presentación es subjetiva y aproximada. Su obra puede comprenderse como un conjunto de voces que dan que pensar, que obligan al lector a ejercer la ardua tarea de pensarse a sí mismo.
Kierkegaard oculta su rostro tras una multitud de voces y, de este modo, prepara el itinerario de la introspección personal, cultiva el marco adecuado para desarrollar el autoconocimiento. Por ello, cuando uno se enfrenta a Kierkegaard, debe asumir, con seriedad, que algo grave puede ocurrir en su mismísima interioridad, que cabe la posibilidad de vivir un acontecimiento único, una fractura entre pasado y futuro. La lectura de Kierkegaard conmueve, socava las estructuras intelectuales del lector, tambalea sus fundamentos, como si de un movimiento sísmico se tratara, conmueve sus certidumbres respecto al contenido de la existencia. Cuando leemos a Kierkegaard, lo que damos por pensado se convierte en problema. Lo que no es objeto de interrogación, porque lo vivimos como pura evidencia, se transforma en la pregunta principal, o mejor dicho, en una pregunta que no deja de latir nunca jamás.