Memoria obligatoria
Tanto por caminos del estudio (‘Summa Teológica’ y ‘Contra los Gentiles’) como por la oración, el dominico Tomás de Aquino (1225-1274) –conocido también como el Doctor Angélico, o el Doctor Común, o el Doctor de la Humanidad- se introdujo en el conocimiento de la Sagrada Escritura centrando en Dios la propia identidad: ‘Dame, Señor, un entendimiento que te conozca; un celo que te busque; una sabiduría que te encuentre; una constancia que se apuntale confiadamente en Ti; una confianza que te alcance’.
Oración colecta
Oh Dios, que hiciste de Santo Tomás de Aquino un varón preclaro por su anhelo de santidad y por su dedicación a las ciencias sagradas; concédenos entender lo que él enseñó e imitar el ejemplo que nos dejó en su vida.
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La desfachatez intelectual está muy extendida en nuestra esfera pública. Muchos de los intelectuales españoles de mayor prestigio y visibilidad, casi siempre escritores y hombres de letras, se caracterizan por participar en el debate político con ideas superficiales y frívolas, expuestas en un tono tajante y prepotente. La desfachatez intelectual se sostiene sobre una impunidad generalizada, que nace de la ausencia de una crítica explícita a las opiniones de las principales figuras de nuestra clase intelectual. En este libro se presentan abundantes ejemplos de opiniones mal planteadas, sin atención a los hechos ni a las reglas básicas de la argumentación, en temas diversos como el nacionalismo, el terrorismo y la crisis. Nuestros intelectuales de mayor fama no salen bien parados. Frente a la figura del intelectual que pontifica sobre cualquier asunto, se apuesta por una esfera pública más plural, menos personalista y con filtros más eficaces que eleven el nivel de nuestro debate político.
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La desfachatez intelectual está muy extendida en nuestra esfera pública. Muchos de los intelectuales españoles de mayor prestigio y visibilidad, casi siempre escritores y hombres de letras, se caracterizan por participar en el debate político con ideas superficiales y frívolas, expuestas en un tono tajante y prepotente. La desfachatez intelectual se sostiene sobre una impunidad generalizada, que nace de la ausencia de una crítica explícita a las opiniones de las principales figuras de nuestra clase intelectual. En este libro se presentan abundantes ejemplos de opiniones mal planteadas, sin atención a los hechos ni a las reglas básicas de la argumentación, en temas diversos como el nacionalismo, el terrorismo y la crisis. Nuestros intelectuales de mayor fama no salen bien parados. Frente a la figura del intelectual que pontifica sobre cualquier asunto, se apuesta por una esfera pública más plural, menos personalista y con filtros más eficaces que eleven el nivel de nuestro debate político.