Memoria obligatoria
Nacido en Toledo (607), recibió una brillante formación, y siendo abad del monasterio de Agalí (Toledo) y obispo de Toledo (657), empleó sus esfuerzos en acercar la Biblia y la doctrina de la tradición patrística al pueblo: ‘El que se entrega de lleno a meditar la Escritura, indaga la sabiduría de sus predecesores y estudia las profecías, examina las explicaciones de autores famosos y penetra por parábolas intrincadas el misterio de proverbios y enigmas. Muchos alabarán su inteligencia, y su fama vivirá por generaciones’.
Oración colecta
Dios todopoderoso, que hiciste a San Ildefonso insigne defensor de la virginidad de María; concede a los que creemos en este privilegio de la Madre de tu Hijo, sentirnos amparados por su poderosa y materna intercesión.
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Es este un breve tratado acerca del Espíritu Santo: en el universo, en la gente, en las religiones, en las Iglesias y en cada ser humano, principalmente en los más desfavorecidos. Esta reflexión sobre el Espíritu creador, que irrumpe en la evolución y en la historia, parece primordiallmente justificada en los momentos actuales, en los que la creación del Espíritu peligra. Con razón se habla de una nueva era geológica, el antropoceno, en la que la relación agresiva del ser humano (sapiens y demens) con la Tierra amenaza con destruir todos sus ecosistemas y, con ello, la vida del hombre.
Con rigor teológico, Leonardo Boff invita a reflexionar el Espíritu como acción, movimiento e irrupción de lo novedoso y sorprendente, proponiendo revisar las categorías clásicas del discurso de occidente, tradicional y convencional de la teología. Son nuevos moldes, dentro de un paradigma más cercano a la cosmología moderna, y una nueva manera de pensar a Dios. De este modelo son anticipadores hombres y mujeres que pensaron el Espíritu (Hildegarda de Bingen, Joaquín de Fiore y Juliana de Norwich o, más próximos en el tiempo, Paul Tillich y José Comblin), y en él ocupa un lugar primordial lo femenino pneumatizado. Como dice el autor, «Pentecostés fue solo el comienzo», pues el Espíritu, que fue «el primero en llegar», «sigue llegando».
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Es este un breve tratado acerca del Espíritu Santo: en el universo, en la gente, en las religiones, en las Iglesias y en cada ser humano, principalmente en los más desfavorecidos. Esta reflexión sobre el Espíritu creador, que irrumpe en la evolución y en la historia, parece primordiallmente justificada en los momentos actuales, en los que la creación del Espíritu peligra. Con razón se habla de una nueva era geológica, el antropoceno, en la que la relación agresiva del ser humano (sapiens y demens) con la Tierra amenaza con destruir todos sus ecosistemas y, con ello, la vida del hombre.
Con rigor teológico, Leonardo Boff invita a reflexionar el Espíritu como acción, movimiento e irrupción de lo novedoso y sorprendente, proponiendo revisar las categorías clásicas del discurso de occidente, tradicional y convencional de la teología. Son nuevos moldes, dentro de un paradigma más cercano a la cosmología moderna, y una nueva manera de pensar a Dios. De este modelo son anticipadores hombres y mujeres que pensaron el Espíritu (Hildegarda de Bingen, Joaquín de Fiore y Juliana de Norwich o, más próximos en el tiempo, Paul Tillich y José Comblin), y en él ocupa un lugar primordial lo femenino pneumatizado. Como dice el autor, «Pentecostés fue solo el comienzo», pues el Espíritu, que fue «el primero en llegar», «sigue llegando».