Arzobispo de Canterbury (1093). Dos veces exiliado. Doctor de la Iglesia (1720).
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Lo que los gurus de Oriente y los místicos de Occidente trasmitieron antaño a sus discípulos, lo ofrece ahora este libro a los hombres y mujeres de hoy. Y lo hace en la forma de sencillos ejercicios para ser realizados en los ratos libres, en los que es perfectamente posible acceder a la paz, a la fuerza interior, a la alegría y hasta a la iluminación.
El libro (dirigido a toda clase de personas, con independencia de su afiliación espiritual: religiosas, a-religiosas, agnósticas, ateas...) está ideado, en palabras del propio autor, "para hacer pasar... del sentido, la fantasía y el sentimiento, al Silencio. Ha de usarse, por tanto, como si fuera una escalera para acceder a la azotea. Una vez en ésta, debe uno cerciorarse de haber dejado la escalera, o no podrá ver el cielo. Cuando el lector hay llegado al Silencio, este libro será su enemigo. Entonces deberá desprenderse de él".
Pero el Silencio al que se refiere el autor no tiene nada de esotérico: "El mercado es tan buen lugar para el Silencio como el monasterio, porque el Silencio es la ausencia del ego".
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Lo que los gurus de Oriente y los místicos de Occidente trasmitieron antaño a sus discípulos, lo ofrece ahora este libro a los hombres y mujeres de hoy. Y lo hace en la forma de sencillos ejercicios para ser realizados en los ratos libres, en los que es perfectamente posible acceder a la paz, a la fuerza interior, a la alegría y hasta a la iluminación.
El libro (dirigido a toda clase de personas, con independencia de su afiliación espiritual: religiosas, a-religiosas, agnósticas, ateas...) está ideado, en palabras del propio autor, "para hacer pasar... del sentido, la fantasía y el sentimiento, al Silencio. Ha de usarse, por tanto, como si fuera una escalera para acceder a la azotea. Una vez en ésta, debe uno cerciorarse de haber dejado la escalera, o no podrá ver el cielo. Cuando el lector hay llegado al Silencio, este libro será su enemigo. Entonces deberá desprenderse de él".
Pero el Silencio al que se refiere el autor no tiene nada de esotérico: "El mercado es tan buen lugar para el Silencio como el monasterio, porque el Silencio es la ausencia del ego".