40 testigos más de la fe por tierras africanas durante la persecución de Dacio (250).
En la gran variedad de formas y culturas de vida, toda existencia humana ha sido y continúa siendo, en términos religiosos o profanos, consciente o inconscientemente, un experimento, un intento, una apuesta por salir del laberinto que es la condición humana misma. Pero es vital no olvidar, como subrayaba Michel Foucault, que «el laberinto, más que el lugar donde uno se pierde, es el lugar de donde uno siempre sale perdido». De alguna manera, el persistente anhelo de salir de él ya es la salida.
De una forma muy parecida a lo que ocurre con el mito del paraíso encontrado, el engaño supremo que, con cientos de imágenes y patrañas, esconde el laberinto de toda existencia humana es la creación de un falso autoconvencimiento según el cual uno ya ha salido. Entonces, con una especie de ficticia inmunidad entre pretenciosa e ingenua, uno cree que ya está más allá de las pruebas, de los miedos, de las trampas, de las ilusiones que, por suerte o por desgracia, positiva o negativamente, suelen ser la materia prima y más visible de la vida diaria de mujeres y hombres. In statu viæ, empero, la salida auténtica y real del laberinto que es siempre nuestra experiencia concreta nunca deja de ser una pregunta con respuestas, si las hay, que no son sino nuevos interrogantes con renovadas respuestas-preguntas.
-Recíbalo mañana*
*Si está disponible.
*Pedidos peninsulares antes de las 17:00h.
Envío gratuito*
*Pedidos +50€ (Sólo Península y Baleares)
Durante el estado de alarma en España no se realizan envíos a Suramérica ni Centroamérica.
-O puede recogerlo en la tienda.
En la gran variedad de formas y culturas de vida, toda existencia humana ha sido y continúa siendo, en términos religiosos o profanos, consciente o inconscientemente, un experimento, un intento, una apuesta por salir del laberinto que es la condición humana misma. Pero es vital no olvidar, como subrayaba Michel Foucault, que «el laberinto, más que el lugar donde uno se pierde, es el lugar de donde uno siempre sale perdido». De alguna manera, el persistente anhelo de salir de él ya es la salida.
De una forma muy parecida a lo que ocurre con el mito del paraíso encontrado, el engaño supremo que, con cientos de imágenes y patrañas, esconde el laberinto de toda existencia humana es la creación de un falso autoconvencimiento según el cual uno ya ha salido. Entonces, con una especie de ficticia inmunidad entre pretenciosa e ingenua, uno cree que ya está más allá de las pruebas, de los miedos, de las trampas, de las ilusiones que, por suerte o por desgracia, positiva o negativamente, suelen ser la materia prima y más visible de la vida diaria de mujeres y hombres. In statu viæ, empero, la salida auténtica y real del laberinto que es siempre nuestra experiencia concreta nunca deja de ser una pregunta con respuestas, si las hay, que no son sino nuevos interrogantes con renovadas respuestas-preguntas.