Dos madres bien jóvenes y valientes que proclamaron bien alto su fe, muriendo ante las fieras en Cartago (203).
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San Antonio María Claret representa la fecundidad de la exuberante fuerza de la Palabra de Dios, cuando nos entregamos a su perseverante lectura, con espíritu creyente y disponible para realizar la voluntad divina. Cada día, de manera sistemática y metódica, con una fidelidad que nunca decayó, Claret se consagró a su lectura con devoción y simplicidad de fe.
Como en María la Palabra se hizo carne (Lc 1,38; Jn 1,14), de igual manera, en Claret la Palabra se ha hecho vida y misión. La Biblia le dio a luz, le transformó, le configuró con una nueva existencia, conforme a la de Jesús misionero, el Hijo, enviado del Padre y ungido con el fuego del Espíritu Santo. Y él la dio a luz al mundo, predicó como misionero incansablemente la Palabra de Dios.
En este libro podemos contemplar con asombro cómo la Palabra de Dios se apodera de él, y –esperamos que– también de nosotros, para seguir realizando las maravillas que su infinito poder despliega.
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San Antonio María Claret representa la fecundidad de la exuberante fuerza de la Palabra de Dios, cuando nos entregamos a su perseverante lectura, con espíritu creyente y disponible para realizar la voluntad divina. Cada día, de manera sistemática y metódica, con una fidelidad que nunca decayó, Claret se consagró a su lectura con devoción y simplicidad de fe.
Como en María la Palabra se hizo carne (Lc 1,38; Jn 1,14), de igual manera, en Claret la Palabra se ha hecho vida y misión. La Biblia le dio a luz, le transformó, le configuró con una nueva existencia, conforme a la de Jesús misionero, el Hijo, enviado del Padre y ungido con el fuego del Espíritu Santo. Y él la dio a luz al mundo, predicó como misionero incansablemente la Palabra de Dios.
En este libro podemos contemplar con asombro cómo la Palabra de Dios se apodera de él, y –esperamos que– también de nosotros, para seguir realizando las maravillas que su infinito poder despliega.