SANTA GERTRUDIS, MÍSTICA DE DIOS

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SANTA GERTRUDIS, MÍSTICA DE DIOS

Con suma alegría, tenemos el gusto de ofrecer al lector este libro sobre santa Gertrudis de Helfta, también conocida por la grande, a fin de diferenciarla de la Madre abadesa que la recibió en el monasterio: Gertrudis de Hackeborn.

Son muchos los siglos que nos separan de ella, pero su testimonio de vida cristiana, y las maravillas que Dios obró en su Sierva, constituyen un mensaje siempre válido.

Nació en Alemania (año 1256). Y aun cuando muchos de los datos que pudieran interesarnos se han perdido en el olvido de la historia, sí que conocemos muchas cosas –verdaderamente interesantes- acerca de ella.

Fue una mujer que se entregó a Dios con todas las energías de su alma. Para ello contó con el ejemplo y ayuda de otra mujer santa, Matilde de Hackeborn, hermana de la abadesa.

No es cosa del todo segura a qué Orden religiosa perteneció: si benedictina o cisterciense, aunque la mayor parte de los escritores que han tratado de su vida se decantan por la Orden que fundara san Bernardo de Claraval.

Como es lógico, en una mujer entregada a Dios en la soledad del claustro, de su vida no tenemos gran información. Pero conocemos mucho de lo que Dios obró en ella, que es lo trascendental. Principalmente por el libro que escribió: Revelaciones, donde recoge muchas de las confidencias que Dios le comunicó a partir de 1281.

Conocemos más detalles de su vida espiritual por otro libro: Ejercicios espirituales, donde plasma oraciones y medita­ciones, además de textos litúrgicos, que nos desvelan su personalidad y vida interior.

Tal como fue su vida, y se registra en estos libros, santa Gertrudis fue muy bendecida por Dios con gracias especialísimas, de forma que alcanzó una íntima unión con Él. Y las confidencias que le hizo Nuestro Señor Jesucristo son de gran calado místico.

Por ello, podemos decir con toda verdad que nos hallamos ante una verdadera mística de Dios. Las promesas y bendiciones que el Altísimo le otorgó, encuentran difícil parangón en la historia de la mística cristiana. De ahí que, leyendo y considerando sus testimonios, con pocos santos y santas se la podría comparar… Sí con san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús. También santa Margarita María de Alacoque y Teresita del Niño Jesús. Entre italianas, las santas: Catalina de Siena, Ángela de Foligno, María Magdalena de Pazzi, Gema Galgani. Sin olvidar a santa Brígida de Suecia. Y, de nuestro tiempo, santa Faustina Kowalska, cuya vida es asombrosa a más no poder. En fin, seguro que “se me quedan en el tintero” muchos nombres dignos de ser destacados…

Como decía, el Señor Jesús se volcó con su esposa en un amor intimísimo, de gran confidencia y comunicación recíproca. Gertrudis vivió su vocación religiosa en unión esponsalicia con el Verbo Encarnado, Jesucristo.

El Señor le comunicó grandes maravillas, siendo una precursora destacada de las revelaciones privadas que haría a santa Margarita María de Alacoque sobre el Sagrado Corazón de Jesús. También sobre la Divina Misericordia (pensamos en santa Faustina Kowalska).

Su experiencia espiritual es única. Pero muchas de las realidades que vivió también las podemos vivir nosotros, en medio de las circunstancias de nuestra vida ordinaria, entregados a Dios en medio del ajetreo de la vida humana, en la sociedad moderna. Así, como testigos de Cristo, estamos llamados a ser fermento de Dios en medio del mundo, en orden a elevarlo a Dios.

Lo digo con toda sencillez: Aunque haya momentos en que Gertrudis nos pueda deslumbrar por su intimidad con el Señor, por las confidencias que le hace Jesucristo y las gracias con que la enriquece, honestamente hablando… me atrevo a afirmar que mucho de lo que ella vivió, ¡también lo podemos vivir nosotros!…

Porque, ¿quién no es capaz de amar?, ¿quién no puede darse generosamente a Dios, y amar y servir a sus hermanos los hombres?… ¿Quién de nosotros no puede vivir la fe con fortaleza y fidelidad, como vivió Gertrudis?, aunque en nuestro tiempos abunde la infidelidad…

También estamos llamados a trabajar en la construcción de la Iglesia. Cada uno desde su vocación personal, desde su inserción en la vida de la sociedad, en las estructuras del mundo, para –desde dentro- comunicar el sabor divino a las realidades y personas que tratamos a diario, ¡y que están necesitadas y hambrientas de Dios!, aun cuando muchos no lo quieran reconocer…

En efecto, ¡todos podemos hacer mucho en favor de la Iglesia, y por llevar los hombres a Dios!… ¡Cada uno, pues, comprométase según los dones recibidos y las posibilidades que tenga!… Porque en la Iglesia de Dios, ¡todos debemos “arrimar el hombro”!… En la Iglesia no existen clases pasivas, tampoco jubilados. Todos podemos hacer mucho en la transformación cristiana del mundo. ¡Que nadie, pues, rehúya el compromiso cristiano!…

Por todo ello, animo cordialmente al lector a que se inicie en la lectura de las páginas que siguen a continuación. Considerando la vida y confidencias de Gertrudis, alabaremos a Dios por las maravillas que hace con los hijos de los hombres. ¡Y cobraremos más fuerzas para amar más, y trabajar más en el servicio de Dios